Roberto
Pastor
Capitulo
I
El
accidente
Habían
pasado ya tres meses desde que mi madre había entrado en coma tras
un grave accidente que tuvimos poco antes de iniciarse la navidad.
Ese día nos dirigíamos a comprar varios regalos para tan señalado
día como era el día de reyes, recuerdo que durante algo mas de un
mes fui guardando poco a poco algo de dinero en una pequeña hucha de
barro que era heredada de mi abuelo, era un pequeño cerdito ya con
el color perdido y varios rasguños en el costado, cada día guardaba
lo que podía para comprar un collar fantástico que vi en un
escaparate para mi hermosa madre y ese día tenia pensado regalarle
una gran sorpresa.
Ella
como de costumbre estuvo todo el día comprando y eligiendo ropa
aunque nunca comprendí porque se probaba tanta ropa, ya que eramos
una familia humilde y no se podía comprar apenas nada de lo que
deseara tener entre las entrañas de su armario.
-¡Nicolás!,
date prisa que ya nos vamos.- Grito mi Mamá desde algo lejos.
-¡Ya
voy!-Conteste.
Juntos
nos dirigimos al coche que estaba aparcado cerca de la entrada del
centro comercial, yo antes de subirme, metí con disimulo el
envoltorio de su regalo en un extremo del maletero para dárselo al
llegar a casa, pero lo que no sabíamos era que ese día nunca
llegaríamos a casa, por lo menos los dos juntos.
Ese
día había llovido toda la noche y por la mañana aunque en menor
cantidad, todavía seguía lloviendo, a los diez minutos
aproximadamente de trayecto, inesperadamente una rueda de nuestro
vehículo reventó y el coche debido al mal estado de la carretera y
a lo mucho que había llovido empezó a dar vueltas sobre si mismo
hasta acabar fuera de la carretera.
Debido
al gran impacto del accidente, no recuerdo apenas nada de lo que
sucedió, me levanté en una camilla de una habitación totalmente
blanca, con dos enfermeras que decían que no me había pasado nada,
inmediatamente llame su atención.
-¿Donde
esta mi madre?-dije en tono entre enfadado y algo asustado.
-Tranquilizate,
tu madre esta en la habitación de al lado.
-¿Está
bien?, por favor dígamelo- repliqué sin dudarlo.
-La
enfermera que esta con tu madre debe saberlo mejor que yo, iré a
verla.
-Vale,
pero venga rápido.
Después
de quince minutos agotadores por fin entro la enfermera.
-Nicolás,
ven conmigo un momento-me dijo mi enfermera desde la puerta.
Al
escucharla me levanté muy despacio de la cama.
Cada
vez que me aproximaba a su puerta mas me horrorizaba el pensamiento
de que le pueda pasar algo malo.
-Tu
madre no esta bien Nico-dijo la enfermera tocándome en el hombro.
-¡No
me llames Nico!, eso solo me lo decía ella.
De
inmediato aparté la mano de la enfermera y fui corriendo a abrazar a
mi madre, ella permanecía inmóvil en esa cama de hospital.
-¿Qué
le ocurre?-Pregunté entre lagrimas que apenas me dejaban hablar.
-Nicolás,
tu madre ha entrado en coma.
Había
escuchado varías cosas por la televisión, aunque era solo un niño
de ocho niños de ocho años ya imaginaba lo que era el coma, pero
una cosa era imaginárselo y otra muy distinta vivirlo en primera
persona.
Capitulo
II
Visita
inesperada
Después
de recibir la cruel noticia, salí al pasillo para tragar bien lo que
se avecinaba en mi vida. Hay estaba ella inmóvil como una estatua de
mármol en lo alto de una catedral, ajena a todo lo que sucedía a su
alrededor.
De
repente, noté que alguien se aproximaba.
-Buenos
días, ¿Eres Nicolás?- dijo un hombre viejo que vestía con una
gran chaqueta negra muy antigua, pero me sorprendió su buen olor a
cuero recién estrenado.
-¿quién
eres?- pregunté a ese extraño.
-Veras
yo...soy tu abuelo, afirmó con una voz entrecortada.
Me
quedé callado durante un par de minutos que se hicieron mas que
eternos. Mi madre hacía ya años que no tenía ninguna comunicación
con su padre, es decir mi abuelo, yo apenas lo conocía ya que no lo
veía desde hacía muchos años.
-Tranquilo
Nicolás, ya te llamare- dijo al verme tan nervioso. Antes de irse,
miró un momento a mi madre desde la puerta, le lanzó un beso, se
puso el sombrero, me dedicó una sonrisa y se marchó a del hospital.
Me
dirigí un momento a la calle, necesitaba tomar el aire, era un día
lleno de demasiadas emociones y sorpresas, desde luego muy
inesperadas. Me soprendio un puesto de perritos calientes que había
en un parque cercano, compré dos perritos calientes, estaban
buenísimos y ademas yo no había podido llevarme nada a la boca
aquel día.
Me
dirigía a la habitación cuando estaba empezando a anochecer, quería
estar al lado de mi madre y si fuese posible dormir un poco.
Pero
fue prácticamente un intento en vano, no paraba de dar vueltas a la
cabeza y no podía concentrarme para atrapar un sueño que me hiciese
descansar aunque fuese en muy poca proporción.
A
la mañana siguiente el sol me desveló completamente al iluminarme
la cara, me levanté con la esperanza de que todo fuese un sueño
pero desde luego comprobé que no era así.
Allí
seguía ella sin mover ningún músculo, ni siquiera pestañeaba.
Mientras que tenía a mi madre cogida de la mano, alguien hizo sonar
la puerta de la habitación golpeando dos veces.
-¿Se
puede?- preguntó un joven policía.
-Si-
dije observándolo un segundo.
-Nicolás,
¿Podrías acompañarme un momento?
-Si,
pero...¿Dónde?
-Te
vamos a acompañar a tu casa para que recojas tus cosas, va a ser un
momento.
Cuando
nos dirigíamos al exterior, vi un hombre muy arreglado y con
sombrero, sin duda alguna era mi abuelo.
-Hola
Nicolás ¿puedo acompañarte?
-Claro.
-Contesté con rapidez, ya que no me quería quedar solo en una
situación como aquella.
Nos
subimos a un coche de policía y nos dirigimos a mi casa. Cuando
llegamos todas las vecinas me acribillaron a preguntas pero no
conteste a ninguna de ellas, recogí mis cosas con bastante rapidez y
nos fuimos de allí para siempre.
Cuando
salí de mi casa, cerré la puerta y no volví la vista para observar
mi casa por última vez, me subí al coche y noté una brisa de
tristeza en la mirada de mi abuelo, inmediatamente supe lo que había
pasado,
Nos
dirigimos al hospital, subí todas las escaleras corriendo y me
dirigí enseguida a mi habitación, ella había muerto, las lagrimas
cubrían todo mi rostro y no podía realizar movimientos precisos
debido a que todo mi cuerpo temblaba.
Lo
último que hice fue dar un gran besos a mi madre y por fin, darle el
bonito collar que le había comprado aquel fatídico día.
Lo
introduje entre sus manos y le dije al oído lo que sentía, a pesar
de que no podría escucharme se que le gusto y que se sentía muy
orgullosa de mi, era la mujer de mi vida y nunca la he olvidado, ya
que ha sido siempre el farol que ilumina mi camino.
Capitulo
III
Quince
años eternos
Han
pasado quince años desde que la muerte alcanzo a mi madre en aquella
cama de hospital, ahora tengo veintitrés años, intento buscarme la
vida como mejor puedo, trabajando en cualquier sitio y a veces no de
la mejor manera.
Durante
este tiempo no he tenido un hogar fijo, pero ahora me he afianzado en
un pueblo al sur del país, aunque mas que un pueblo cada día se va
pareciendo mas a una ciudad.
He
conseguido un piso alquilado muy pequeño, pero también es muy
barato, tiene sus ventajas, además el dueño del piso vive al lado
con su hija, que por cierto cada día es mas guapa, se llama Lucía,
tiene veinte años y me gusta desde que la vi por primera vez.
Su
padre, el Señor Martínez, profesor del instituto situado a dos
manzanas de nuestra casa. Cada mes el Señor Martínez llamaba a mi
puerta para reclamarme el alquiler, los días que me retrasaba en el
pago, se liaba una muy gorda, ya que tenía muy mal humor y además
no le caía nada bien.
Trabajaba
como mejor sabía en un taller de barcos situado al lado de la playa,
conmigo trabajaba Marcos, un buen tipo que me enseño a pescar en el
hielo y sobretodo me enseño el mejor lugar del pueblo para pasárselo
bien después de un largo día de trabajo.
Cada
noche nos dirigíamos a un bar situado en la playa, tomábamos copas
y copas de ron y nos dirigíamos a casa como mejor podíamos.
Todos
los sábados de madrugada, aprovechando la buena temperatura del
verano, subía a la azotea de mi edificio a contemplar la belleza de
las estrellas.
Cuando
estaba apunto de dormirme, alguien me toco el hombro y me desveló,
era Lucía, por un momento se me paso por la cabeza que estaba
soñando con sus cristalino ojos azules y con ese lindo cabello pero
por suerte para mi, esta vez parecía que todo era real.
-¿Puedo
acompañarte?- Preguntó con interés.
-Claro
que puedes.- respondí con una sonrisa.
Se
acurrucó junto a mi y se apoyo en mi hombro, permanecimos sin decir
nada bastante tiempo, hasta que ella me cogió de la mano y me miro
fijamente a los ojos.
-¿Puedo
besarte?- Pregunto de forma inesperada.
Yo
no dije nada, estaba sorprendido y en medio de mis pensamientos y
dudas, me besó sin mas demora y yo le devolví el beso sin
preocuparme por nada ya que era uno de esos instantes en los que el
beso es en lo único en lo que concentras tus pensamientos, fue un
beso muy especial y muy bonito ya que además Lucía me gustaba
bastante.
Durante
ese verano pasamos juntos mucho tiempo aunque ella nunca quería
decir que estábamos saliendo aunque a mi me gustaba pensar que
eramos novios y que ella no lo decía por vergüenza y por timidez
hacia mi.
Fue
uno de los veranos mas apasionados de mi vida, todos los Domingos
íbamos al cine y ella siempre me besaba al principio y al final de
la película, nunca olvidare el sabor de sus labios después de comer
palomitas durante la película, adoraba su buen carácter, lo que mas
me gustaba de ella eran sus suaves y dulces manos.
Fueron
dos mese bonitos y felices que marcaron y condicionaron mi vida por
lo que pasaría en un solo instante al terminar el verano.
Capitulo
IV
Llegada
del otoño
Con
la llegada del otoño todo cambio entre Lucía y yo, todavía sentía
algo muy fuerte por ella, algo que no se podría explicar con
palabras.
La
notaba distante como si algo hubiese ocurrido entre nosotros, como si
la guerra hubiese estallado de repente y nada ni nadie pudiera
hacernos volver a los momentos felices, con la llegada del otoño
todo se fue apagando, pasamos de vernos cuatro días a la semana a
solo vernos cualquier día suelto durante diez minutos escasos.
Pronto
decidía que era el momento de intentar impulsar nuestra relación,
vi que en el cine proyectaban una película que ella admiraba y
compre dos entradas para verla sin que ella supiera nada, ademas
reserve una cena en un restaurante con el dinero de mis ahorros,
conseguido con gran esfuerzo en el duro trabajo de reparación de
barcos, que producía en mis manos tremendas heridas, a veces parecía
que me hubiesen estallado bombas en la palma de la mano, en ocasiones
el dolor era insoportable.
Le
escribí una carta diciéndole que la echaba de menos, que la amaba y
que no podría vivir un segundo separado de ella. Después de
comunicarle el amor que sentía por ella, al final le escribí: Te
espero en el restaurante “Mirador de estrellas” a las ocho.
Al
terminar de escribirla, la introduje en un sobre y la metí por
debajo de su puerta.
Inmediatamente
a las cinco de la tarde empezó mi lucha por elegir que ropa era la
mas apropiada para la ocasión.
En
mitad de mi pase de modelos, llamaron a la puerta, fui a abrir con
rapidez pensando que era Lucía pero ante mi sorpresa era mi amigo
Marcos.
-Hola
Nicolás- dijo con una sonrisa perfecta.
-Hola
Marcos ¿Ha pasado algo?- Pregunte con preocupación, Marcos nunca
había venido a mi casa y eso me extraño una barbaridad.
-Se
que hoy tienes una cita importante y por eso te he traído un regalo.
Después
de decir esto abrió un paquete que llevaba bajo el brazo y saco un
traje precioso, en perfectas condiciones, tenía una corbata negra
con camisa blanca, pantalones y una chaqueta negra, todo a juego.
-No
deberías haberte molestado Marcos.- dije sin poder ocultar la gran
felicidad que me había producido el regalo de mi amigo.
-No
es molestia amigo, por ti lo que sea, disfruta y ya me contaras lo
que ha pasado.
-No
te preocupes yo te cuento todo, como siempre.
Al
irse Marcos, comencé a arreglarme. Eran ya las siete cuando termine
de acicalarme y me dirigí con tiempo al restaurante. Estaba
exultante con mi traje nuevo y mi pelo bien peinado como pocas veces.
Llegué
al restaurante y un camarero muy amable me acompaño a una mesa
situada al fondo, desde esa mesa con muy buena presentación se podía
ver el mar y se respiraba un ambiente feliz y tranquilo.
Pedí
un vaso de agua para que la espera se hiciese mas corta pero cada vez
que miraba mi reloj, veía que ella no llegaba ya que nunca se había
retrasado en todas nuestras citas anteriores y ya eran las nueve.
Pedí un vaso de Whisky y cada media hora pedía uno mas, hasta que
mi pelo bien peinado ya no lo era tanto, espere y espere pero Lucía
no apareció.
Miré
al reloj por última vez y inesperadamente marcaba las once de la
noche, decidí pagar la cuenta de los incontables whiskys que había
pedido y me marché de allí, incapaz de decir una palabra.
Fui
a la playa a pasear por la arena para poder aclarar mis ideas pero no
conseguí aclarar apenas nada de lo que rondaba por mi cabeza.
Acabe
llegando a casa de madrugada, inexplicablemente solo, como no me
esperaba que llegaría esa noche. Al día siguiente me desperté
tirado en la cama con el traje todavía puesto.
Me
desperté e intenté despejarme la cara para ver si me cambiaba a
mejor pero no fue así, había pasado una noche muy confusa y triste.
Capitulo
V
Carta
de despedida
Esa
mañana después de darme una ducha, me miré al espejo y no vi nada
mas que un rostro maltrecho y herido al que no encontraba ningún
sentido. Tras pasar todo el día sin poder quitarme de la cabeza
aquella cena que antes de producirse presagiaba un éxito rotundo
pero que acabo en tragedia, fui a tomar un café rápido a un bar
cercano con el objetivo de despejar mis ideas.
De
vuelta a casa observe que la puerta del piso de Lucía estaba bien
cerrada y con presagios de haber sido abandonada ya que no se sentía
ningún ruido, pero no le otorgue demasiada importancia, saque mis
llaves y abrí mi puerta, con sorpresa tropecé con un sobre que
alguien había metido por debajo de la puerta, lo cogí y me propuse
a leer el pequeño trozo de papel que anidaba en su interior.
La
letra era inconfundible, una letra tierna y cuidada, sin duda era la
letra de Lucía. La carta guarda un mensaje claro y directo que no
daba lugar a equivocaciones de ningún tipo.
“Lo
siento Nico pero mi padre ha descubierto lo nuestro, no quiere que
siga viéndote y por eso ha decidido que nos traslademos a París,
como ya puedes imaginar yo no quiero ir pero estoy de manos atadas y
no tengo elección.”
Al
final de la carta había dos palabras que renovaron mi corazón y me
dieron fuerzas para seguir luchando, esas dos palabras eran “Te
quiero”.
De
repente la preocupación se apodero de mi ya que su padre era un
alcohólico que se pasaba las noches bebiendo y yo conocía de
primera mano que no la trataba nada bien. Necesitaba el consejo de un
amigo, por esa razón llamé por teléfono a Marcos.
-Marcos,
ha pasado algo horrible- dije con preocupación.
-¿Quieres
que me acerque a tu casa?
-Si,
ven cuanto antes.
-Pero...
hoy tenemos mucho trabajo.
-Es
importante
-En
media hora estoy allí, no te preocupes.
Espere
a que Marcos llegase y la espera se hizo demasiado larga. Prepare un
desayuno para Marcos porque seguro que vendría a toda prisa y
hambriento, ademas así podría compensarle por el esfuerzo realizado
y darle las gracias de alguna manera.
Cuando
el café estaba terminando de calentarse llamaron a la puerta, era
Marcos.
-Hola
Nico ¿Ha ocurrido algo malo?
-Ahora
te cuento.
Nos
sentamos a la mesa y tomamos un par de cafés acompañados de unos
donuts que había comprado el día anterior. Me saqué la carta del
bolsillo de mi pantalón y se la dí para que me diera su opinión.
-¿Qué
vas a hacer?
-No
lo se, no tengo ni idea- respondí desorientado.
-¿No
tienes nada pensado?
-Lo
único que he pensado es ir a París pero es algo muy precipitado.
De
repente Marcos me hizo la pregunta que consiguió hacer despertar a
mi corazón y mi mente.
-Nico
¿La quieres?
-Sin
duda alguna
-Pues
entonces haz lo que tengas que hacer y si de verdad la amar y por
ello debes viajar a París sin ninguna duda haz ese vieja y traete de
vuelta a esa chica.
-¿Tu
crees que debería hacer eso?
-Por
supuesto, no tengo ninguna duda.
-¿Y
si ella no me quiere?
-Eso
solo lo puedes saber de una manera y ya sabes cual es.
-Si
ya lo se pero es demasiado precipitado,
-Solo
tienes dos opciones, quedarte aquí lamentando toda tu vida el no
haber viajado para decirle todo lo que la quieres o por el contrario
viajar y luchar por lo que quieres.
-¡De
acuerdo!, mañana cogeré el primer vuelo a París, no tardare ni un
segundo mas.
Capitulo
VI
Viaje
a París
Me
despedí de Marcos agradeciéndole todo lo que me había ayudado, era
un buen amigo, siempre ha estado para lo bueno y para lo malo.
Inmediatamente empecé a hacer las maletas, cogí cuatro cosas y me
marché en un taxi al aeropuerto.
Confieso
que durante el trayecto hacia el aeropuerto estaba muerto de miedo,
no podía dejar de pensar en los inconvenientes de mi viaje pero
había un motivo que me hacia esbozar una gran sonrisa, ese motivo
era el de ver de nuevo sus preciosos ojos mirándome como antes lo
hacían, acariciar su adorable cabello como lo hacía antes, coger su
mano perfecta mientras paseamos, estos fuertes motivos daban aliento
y justificación a mi desbaratado viaje.
El
viaje en avión fue cómodo pero bastante largo o por lo menos yo
tenía esa impresión ya que quería llegar cuanto antes porque no
podía aguantar un minuto mas sin ella, imaginarme la vida sin ella
era terriblemente difícil, yo sabía que sin ella podría seguir
viviendo pero desde luego iba a ser mucho mas complicado.
Por
fin después de tres horas de vuelo llegamos a París, la ciudad del
amor según tenia oído, yo era la primera vez que estaba en una
ciudad como esta, no sabía hablar francés y por supuesto no tenía
ni idea de como encontrar a Lucía en una ciudad tan grande como
esta.
Me
instale en un pequeño hostal desde el que se podía divisar
perfectamente la torre Eiffel, era preciosa y durante la noche estaba
totalmente iluminada, el hostal no era gran cosa pero era mas que
suficiente para pasar unos pocos días o al menos esperaba que fuesen
pocos.
El
día de mi llegada no fui capaz de dar una vuelta para ver la ciudad
y comprobar si de casualidad podría ver a Lucía en alguna de las
muchas cafeterías que había alrededor o en alguno de los recintos
de alrededor de la torre Eiffel. Decidí dormir un poco y así
estaría mas despejado para pensar con claridad y serenar mis
pensamientos.
Los
próximos días los pase andando por todos los alrededores de la la
torre Eiffel y tomando cafés interminables con la esperanza de que
ella entrase en el mismo restaurante en el que yo me encontraba.
Después de pasar por un par de restaurantes, por la tarde me iba a
pasear por un par de parques señalados de París con la esperanza de
que ella estuviese sentada en un banco y corriese a saludarme.
Durante
siete largos días seguí esta rutina, sin respuesta ni recompensa
por el gran esfuerzo que estaba realizando, indignado fui a mi hostal
a pensar que poder hacer, ya no me quedada nada de dinero en la pobre
cartera que tenía y por lo tanto no me podría pagar mas cafés ni
mas días en el hostal, ademas debía de guardar el dinero para el
avión en el viaje de vuelta incluyendo el precio de su billete si
lograse mi objetivo de traerla de vuelta a casa pero en este momento
me surgieron dudas reales y del todo preocupantes, ya había casi
perdido la esperanza y no pude retener algunas lagrimas de
impotencia.
Comencé
a hacer mi maleta, perdiendo la esperanza de encontrarla y con un mal
animo, esa noche fui a dar un último paseo por el parque para
despedirme de París, la ciudad del desamor, ciudad que solo me
recordaría en el futuro a una etapa triste de mi vida, a un amor no
recuperado.
Mi
última noche en París era estrellada, me senté en un banco a
divisar a lo lejos un puente hermoso por el que cruzaba un río
caudaloso y lleno de vida, de repente un trozo de papel descendió de
mi
sombrero, mire a todos los lados pero no conseguí ver al emisor,
inmediatamente lo abrí y leí con entusiasmo su mensaje.
“Te
espero en el puente de los candados dentro de dos horas”, la letra
era clara por supuesto esa nota era de Lucía. De repente veloz como
un deportivo a toda velocidad, llegaron a mi pensamiento
preocupaciones que no me dejaban ni moverme del banco donde estaba
sentado, trague saliva y comencé a pensar en los motivos que le
había llevado a Lucía a quedar conmigo.
Estas
dos horas al contrario de lo que esperaba duraron demasiado poco y en
cuanto me quise dar cuenta ya se habían pasado veloces y sin
compasión.
Me
dirigí al punto de encuentro acordado, cuanto mas me acercaba mas me
costaba respirar, el corazón rugía como fiera hambrienta. Cuando
estaba cerca de un extremo del puente la vi, estaba preciosa tal y
como lo imaginaba, con su pelo largo y un abrigo blanco como la nieve
que nunca había visto.
Al
estar delante de ella todos mis miedos se apagaron, por fin nuestros
labios se juntaron y ya no hubo mas distancia entre nosotros, solo
amor y nada mas, mi viaje por fin cobro sentido y toda la angustia y
el dolor desaparecieron.
-¿Me
has echado de menos?- Me pregunto con una sonrisa perfecta.
-Pues
claro que si, ya lo sabes le respondí.
-¿Sabes
que puente es este?
-No
tengo ni idea, no se mucho de París.
-¿Ves
todos esos candados?
-Si,
¿Para que son?
-Son
candados que ponen las parejas atado en el puente y después tiran la
llave al agua para
simbolizar
su amor eterno.
Inmediatamente
después de decir esto, Lucía sacó un candado muy grande del
bolsillo en el que había escrito nuestros nombres, lo puso en un
extremo del puente y lo cerró.
-¿Quieres
que tiremos la llave juntos?- Preguntó sabiendo perfectamente mi
respuesta.
-Por
supuesto.
Y
con un magistral beso de enamorados firmamos la garantía de nuestro
amor y mientras me besaba tire la llave al interior del río para
simbolizar que nuestro amor será siempre permanente y que como el
candado y el puente nunca mas nos separaríamos.
Es
curioso, parece que en ocasiones el viaje por las estaciones del
destino puede ser turbulento, puede dar mucho miedo, puede hacer que
te sientas triste, pero al final en el momento que mas importa puede
ser un viaje lleno de alegría y de amor.