viernes, 22 de marzo de 2013

Un viaje por las estaciones del destino

Roberto Pastor



Capitulo I

El accidente

Habían pasado ya tres meses desde que mi madre había entrado en coma tras un grave accidente que tuvimos poco antes de iniciarse la navidad. Ese día nos dirigíamos a comprar varios regalos para tan señalado día como era el día de reyes, recuerdo que durante algo mas de un mes fui guardando poco a poco algo de dinero en una pequeña hucha de barro que era heredada de mi abuelo, era un pequeño cerdito ya con el color perdido y varios rasguños en el costado, cada día guardaba lo que podía para comprar un collar fantástico que vi en un escaparate para mi hermosa madre y ese día tenia pensado regalarle una gran sorpresa.
Ella como de costumbre estuvo todo el día comprando y eligiendo ropa aunque nunca comprendí porque se probaba tanta ropa, ya que eramos una familia humilde y no se podía comprar apenas nada de lo que deseara tener entre las entrañas de su armario.
-¡Nicolás!, date prisa que ya nos vamos.- Grito mi Mamá desde algo lejos.
-¡Ya voy!-Conteste.
Juntos nos dirigimos al coche que estaba aparcado cerca de la entrada del centro comercial, yo antes de subirme, metí con disimulo el envoltorio de su regalo en un extremo del maletero para dárselo al llegar a casa, pero lo que no sabíamos era que ese día nunca llegaríamos a casa, por lo menos los dos juntos.
Ese día había llovido toda la noche y por la mañana aunque en menor cantidad, todavía seguía lloviendo, a los diez minutos aproximadamente de trayecto, inesperadamente una rueda de nuestro vehículo reventó y el coche debido al mal estado de la carretera y a lo mucho que había llovido empezó a dar vueltas sobre si mismo hasta acabar fuera de la carretera.
Debido al gran impacto del accidente, no recuerdo apenas nada de lo que sucedió, me levanté en una camilla de una habitación totalmente blanca, con dos enfermeras que decían que no me había pasado nada, inmediatamente llame su atención.
-¿Donde esta mi madre?-dije en tono entre enfadado y algo asustado.
-Tranquilizate, tu madre esta en la habitación de al lado.
-¿Está bien?, por favor dígamelo- repliqué sin dudarlo.
-La enfermera que esta con tu madre debe saberlo mejor que yo, iré a verla.
-Vale, pero venga rápido.
Después de quince minutos agotadores por fin entro la enfermera.
-Nicolás, ven conmigo un momento-me dijo mi enfermera desde la puerta.
Al escucharla me levanté muy despacio de la cama.
Cada vez que me aproximaba a su puerta mas me horrorizaba el pensamiento de que le pueda pasar algo malo.
-Tu madre no esta bien Nico-dijo la enfermera tocándome en el hombro.
-¡No me llames Nico!, eso solo me lo decía ella.
De inmediato aparté la mano de la enfermera y fui corriendo a abrazar a mi madre, ella permanecía inmóvil en esa cama de hospital.
-¿Qué le ocurre?-Pregunté entre lagrimas que apenas me dejaban hablar.
-Nicolás, tu madre ha entrado en coma.
Había escuchado varías cosas por la televisión, aunque era solo un niño de ocho niños de ocho años ya imaginaba lo que era el coma, pero una cosa era imaginárselo y otra muy distinta vivirlo en primera persona.

Capitulo II

Visita inesperada

Después de recibir la cruel noticia, salí al pasillo para tragar bien lo que se avecinaba en mi vida. Hay estaba ella inmóvil como una estatua de mármol en lo alto de una catedral, ajena a todo lo que sucedía a su alrededor.
De repente, noté que alguien se aproximaba.
-Buenos días, ¿Eres Nicolás?- dijo un hombre viejo que vestía con una gran chaqueta negra muy antigua, pero me sorprendió su buen olor a cuero recién estrenado.
-¿quién eres?- pregunté a ese extraño.
-Veras yo...soy tu abuelo, afirmó con una voz entrecortada.
Me quedé callado durante un par de minutos que se hicieron mas que eternos. Mi madre hacía ya años que no tenía ninguna comunicación con su padre, es decir mi abuelo, yo apenas lo conocía ya que no lo veía desde hacía muchos años.
-Tranquilo Nicolás, ya te llamare- dijo al verme tan nervioso. Antes de irse, miró un momento a mi madre desde la puerta, le lanzó un beso, se puso el sombrero, me dedicó una sonrisa y se marchó a del hospital.
Me dirigí un momento a la calle, necesitaba tomar el aire, era un día lleno de demasiadas emociones y sorpresas, desde luego muy inesperadas. Me soprendio un puesto de perritos calientes que había en un parque cercano, compré dos perritos calientes, estaban buenísimos y ademas yo no había podido llevarme nada a la boca aquel día.
Me dirigía a la habitación cuando estaba empezando a anochecer, quería estar al lado de mi madre y si fuese posible dormir un poco.
Pero fue prácticamente un intento en vano, no paraba de dar vueltas a la cabeza y no podía concentrarme para atrapar un sueño que me hiciese descansar aunque fuese en muy poca proporción.
A la mañana siguiente el sol me desveló completamente al iluminarme la cara, me levanté con la esperanza de que todo fuese un sueño pero desde luego comprobé que no era así.
Allí seguía ella sin mover ningún músculo, ni siquiera pestañeaba. Mientras que tenía a mi madre cogida de la mano, alguien hizo sonar la puerta de la habitación golpeando dos veces.
-¿Se puede?- preguntó un joven policía.
-Si- dije observándolo un segundo.
-Nicolás, ¿Podrías acompañarme un momento?
-Si, pero...¿Dónde?
-Te vamos a acompañar a tu casa para que recojas tus cosas, va a ser un momento.
Cuando nos dirigíamos al exterior, vi un hombre muy arreglado y con sombrero, sin duda alguna era mi abuelo.
-Hola Nicolás ¿puedo acompañarte?
-Claro. -Contesté con rapidez, ya que no me quería quedar solo en una situación como aquella.
Nos subimos a un coche de policía y nos dirigimos a mi casa. Cuando llegamos todas las vecinas me acribillaron a preguntas pero no conteste a ninguna de ellas, recogí mis cosas con bastante rapidez y nos fuimos de allí para siempre.
Cuando salí de mi casa, cerré la puerta y no volví la vista para observar mi casa por última vez, me subí al coche y noté una brisa de tristeza en la mirada de mi abuelo, inmediatamente supe lo que había pasado,
Nos dirigimos al hospital, subí todas las escaleras corriendo y me dirigí enseguida a mi habitación, ella había muerto, las lagrimas cubrían todo mi rostro y no podía realizar movimientos precisos debido a que todo mi cuerpo temblaba.

Lo último que hice fue dar un gran besos a mi madre y por fin, darle el bonito collar que le había comprado aquel fatídico día.
Lo introduje entre sus manos y le dije al oído lo que sentía, a pesar de que no podría escucharme se que le gusto y que se sentía muy orgullosa de mi, era la mujer de mi vida y nunca la he olvidado, ya que ha sido siempre el farol que ilumina mi camino.

Capitulo III
Quince años eternos

Han pasado quince años desde que la muerte alcanzo a mi madre en aquella cama de hospital, ahora tengo veintitrés años, intento buscarme la vida como mejor puedo, trabajando en cualquier sitio y a veces no de la mejor manera.
Durante este tiempo no he tenido un hogar fijo, pero ahora me he afianzado en un pueblo al sur del país, aunque mas que un pueblo cada día se va pareciendo mas a una ciudad.
He conseguido un piso alquilado muy pequeño, pero también es muy barato, tiene sus ventajas, además el dueño del piso vive al lado con su hija, que por cierto cada día es mas guapa, se llama Lucía, tiene veinte años y me gusta desde que la vi por primera vez.
Su padre, el Señor Martínez, profesor del instituto situado a dos manzanas de nuestra casa. Cada mes el Señor Martínez llamaba a mi puerta para reclamarme el alquiler, los días que me retrasaba en el pago, se liaba una muy gorda, ya que tenía muy mal humor y además no le caía nada bien.
Trabajaba como mejor sabía en un taller de barcos situado al lado de la playa, conmigo trabajaba Marcos, un buen tipo que me enseño a pescar en el hielo y sobretodo me enseño el mejor lugar del pueblo para pasárselo bien después de un largo día de trabajo.
Cada noche nos dirigíamos a un bar situado en la playa, tomábamos copas y copas de ron y nos dirigíamos a casa como mejor podíamos.
Todos los sábados de madrugada, aprovechando la buena temperatura del verano, subía a la azotea de mi edificio a contemplar la belleza de las estrellas.
Cuando estaba apunto de dormirme, alguien me toco el hombro y me desveló, era Lucía, por un momento se me paso por la cabeza que estaba soñando con sus cristalino ojos azules y con ese lindo cabello pero por suerte para mi, esta vez parecía que todo era real.
-¿Puedo acompañarte?- Preguntó con interés.
-Claro que puedes.- respondí con una sonrisa.
Se acurrucó junto a mi y se apoyo en mi hombro, permanecimos sin decir nada bastante tiempo, hasta que ella me cogió de la mano y me miro fijamente a los ojos.
-¿Puedo besarte?- Pregunto de forma inesperada.
Yo no dije nada, estaba sorprendido y en medio de mis pensamientos y dudas, me besó sin mas demora y yo le devolví el beso sin preocuparme por nada ya que era uno de esos instantes en los que el beso es en lo único en lo que concentras tus pensamientos, fue un beso muy especial y muy bonito ya que además Lucía me gustaba bastante.
Durante ese verano pasamos juntos mucho tiempo aunque ella nunca quería decir que estábamos saliendo aunque a mi me gustaba pensar que eramos novios y que ella no lo decía por vergüenza y por timidez hacia mi.
Fue uno de los veranos mas apasionados de mi vida, todos los Domingos íbamos al cine y ella siempre me besaba al principio y al final de la película, nunca olvidare el sabor de sus labios después de comer palomitas durante la película, adoraba su buen carácter, lo que mas me gustaba de ella eran sus suaves y dulces manos.
Fueron dos mese bonitos y felices que marcaron y condicionaron mi vida por lo que pasaría en un solo instante al terminar el verano.


Capitulo IV

Llegada del otoño

Con la llegada del otoño todo cambio entre Lucía y yo, todavía sentía algo muy fuerte por ella, algo que no se podría explicar con palabras.
La notaba distante como si algo hubiese ocurrido entre nosotros, como si la guerra hubiese estallado de repente y nada ni nadie pudiera hacernos volver a los momentos felices, con la llegada del otoño todo se fue apagando, pasamos de vernos cuatro días a la semana a solo vernos cualquier día suelto durante diez minutos escasos.
Pronto decidía que era el momento de intentar impulsar nuestra relación, vi que en el cine proyectaban una película que ella admiraba y compre dos entradas para verla sin que ella supiera nada, ademas reserve una cena en un restaurante con el dinero de mis ahorros, conseguido con gran esfuerzo en el duro trabajo de reparación de barcos, que producía en mis manos tremendas heridas, a veces parecía que me hubiesen estallado bombas en la palma de la mano, en ocasiones el dolor era insoportable.
Le escribí una carta diciéndole que la echaba de menos, que la amaba y que no podría vivir un segundo separado de ella. Después de comunicarle el amor que sentía por ella, al final le escribí: Te espero en el restaurante “Mirador de estrellas” a las ocho.
Al terminar de escribirla, la introduje en un sobre y la metí por debajo de su puerta.
Inmediatamente a las cinco de la tarde empezó mi lucha por elegir que ropa era la mas apropiada para la ocasión.
En mitad de mi pase de modelos, llamaron a la puerta, fui a abrir con rapidez pensando que era Lucía pero ante mi sorpresa era mi amigo Marcos.
-Hola Nicolás- dijo con una sonrisa perfecta.
-Hola Marcos ¿Ha pasado algo?- Pregunte con preocupación, Marcos nunca había venido a mi casa y eso me extraño una barbaridad.
-Se que hoy tienes una cita importante y por eso te he traído un regalo.
Después de decir esto abrió un paquete que llevaba bajo el brazo y saco un traje precioso, en perfectas condiciones, tenía una corbata negra con camisa blanca, pantalones y una chaqueta negra, todo a juego.
-No deberías haberte molestado Marcos.- dije sin poder ocultar la gran felicidad que me había producido el regalo de mi amigo.
-No es molestia amigo, por ti lo que sea, disfruta y ya me contaras lo que ha pasado.
-No te preocupes yo te cuento todo, como siempre.
Al irse Marcos, comencé a arreglarme. Eran ya las siete cuando termine de acicalarme y me dirigí con tiempo al restaurante. Estaba exultante con mi traje nuevo y mi pelo bien peinado como pocas veces.
Llegué al restaurante y un camarero muy amable me acompaño a una mesa situada al fondo, desde esa mesa con muy buena presentación se podía ver el mar y se respiraba un ambiente feliz y tranquilo.
Pedí un vaso de agua para que la espera se hiciese mas corta pero cada vez que miraba mi reloj, veía que ella no llegaba ya que nunca se había retrasado en todas nuestras citas anteriores y ya eran las nueve. Pedí un vaso de Whisky y cada media hora pedía uno mas, hasta que mi pelo bien peinado ya no lo era tanto, espere y espere pero Lucía no apareció.
Miré al reloj por última vez y inesperadamente marcaba las once de la noche, decidí pagar la cuenta de los incontables whiskys que había pedido y me marché de allí, incapaz de decir una palabra.
Fui a la playa a pasear por la arena para poder aclarar mis ideas pero no conseguí aclarar apenas nada de lo que rondaba por mi cabeza.

Acabe llegando a casa de madrugada, inexplicablemente solo, como no me esperaba que llegaría esa noche. Al día siguiente me desperté tirado en la cama con el traje todavía puesto.
Me desperté e intenté despejarme la cara para ver si me cambiaba a mejor pero no fue así, había pasado una noche muy confusa y triste.




Capitulo V
Carta de despedida

Esa mañana después de darme una ducha, me miré al espejo y no vi nada mas que un rostro maltrecho y herido al que no encontraba ningún sentido. Tras pasar todo el día sin poder quitarme de la cabeza aquella cena que antes de producirse presagiaba un éxito rotundo pero que acabo en tragedia, fui a tomar un café rápido a un bar cercano con el objetivo de despejar mis ideas.
De vuelta a casa observe que la puerta del piso de Lucía estaba bien cerrada y con presagios de haber sido abandonada ya que no se sentía ningún ruido, pero no le otorgue demasiada importancia, saque mis llaves y abrí mi puerta, con sorpresa tropecé con un sobre que alguien había metido por debajo de la puerta, lo cogí y me propuse a leer el pequeño trozo de papel que anidaba en su interior.
La letra era inconfundible, una letra tierna y cuidada, sin duda era la letra de Lucía. La carta guarda un mensaje claro y directo que no daba lugar a equivocaciones de ningún tipo.
Lo siento Nico pero mi padre ha descubierto lo nuestro, no quiere que siga viéndote y por eso ha decidido que nos traslademos a París, como ya puedes imaginar yo no quiero ir pero estoy de manos atadas y no tengo elección.”
Al final de la carta había dos palabras que renovaron mi corazón y me dieron fuerzas para seguir luchando, esas dos palabras eran “Te quiero”.
De repente la preocupación se apodero de mi ya que su padre era un alcohólico que se pasaba las noches bebiendo y yo conocía de primera mano que no la trataba nada bien. Necesitaba el consejo de un amigo, por esa razón llamé por teléfono a Marcos.
-Marcos, ha pasado algo horrible- dije con preocupación.
-¿Quieres que me acerque a tu casa?
-Si, ven cuanto antes.
-Pero... hoy tenemos mucho trabajo.
-Es importante
-En media hora estoy allí, no te preocupes.
Espere a que Marcos llegase y la espera se hizo demasiado larga. Prepare un desayuno para Marcos porque seguro que vendría a toda prisa y hambriento, ademas así podría compensarle por el esfuerzo realizado y darle las gracias de alguna manera.
Cuando el café estaba terminando de calentarse llamaron a la puerta, era Marcos.
-Hola Nico ¿Ha ocurrido algo malo?
-Ahora te cuento.
Nos sentamos a la mesa y tomamos un par de cafés acompañados de unos donuts que había comprado el día anterior. Me saqué la carta del bolsillo de mi pantalón y se la dí para que me diera su opinión.
-¿Qué vas a hacer?
-No lo se, no tengo ni idea- respondí desorientado.
-¿No tienes nada pensado?
-Lo único que he pensado es ir a París pero es algo muy precipitado.
De repente Marcos me hizo la pregunta que consiguió hacer despertar a mi corazón y mi mente.
-Nico ¿La quieres?
-Sin duda alguna

-Pues entonces haz lo que tengas que hacer y si de verdad la amar y por ello debes viajar a París sin ninguna duda haz ese vieja y traete de vuelta a esa chica.
-¿Tu crees que debería hacer eso?
-Por supuesto, no tengo ninguna duda.
-¿Y si ella no me quiere?
-Eso solo lo puedes saber de una manera y ya sabes cual es.
-Si ya lo se pero es demasiado precipitado,
-Solo tienes dos opciones, quedarte aquí lamentando toda tu vida el no haber viajado para decirle todo lo que la quieres o por el contrario viajar y luchar por lo que quieres.
-¡De acuerdo!, mañana cogeré el primer vuelo a París, no tardare ni un segundo mas.

Capitulo VI

Viaje a París

Me despedí de Marcos agradeciéndole todo lo que me había ayudado, era un buen amigo, siempre ha estado para lo bueno y para lo malo. Inmediatamente empecé a hacer las maletas, cogí cuatro cosas y me marché en un taxi al aeropuerto.
Confieso que durante el trayecto hacia el aeropuerto estaba muerto de miedo, no podía dejar de pensar en los inconvenientes de mi viaje pero había un motivo que me hacia esbozar una gran sonrisa, ese motivo era el de ver de nuevo sus preciosos ojos mirándome como antes lo hacían, acariciar su adorable cabello como lo hacía antes, coger su mano perfecta mientras paseamos, estos fuertes motivos daban aliento y justificación a mi desbaratado viaje.
El viaje en avión fue cómodo pero bastante largo o por lo menos yo tenía esa impresión ya que quería llegar cuanto antes porque no podía aguantar un minuto mas sin ella, imaginarme la vida sin ella era terriblemente difícil, yo sabía que sin ella podría seguir viviendo pero desde luego iba a ser mucho mas complicado.
Por fin después de tres horas de vuelo llegamos a París, la ciudad del amor según tenia oído, yo era la primera vez que estaba en una ciudad como esta, no sabía hablar francés y por supuesto no tenía ni idea de como encontrar a Lucía en una ciudad tan grande como esta.
Me instale en un pequeño hostal desde el que se podía divisar perfectamente la torre Eiffel, era preciosa y durante la noche estaba totalmente iluminada, el hostal no era gran cosa pero era mas que suficiente para pasar unos pocos días o al menos esperaba que fuesen pocos.
El día de mi llegada no fui capaz de dar una vuelta para ver la ciudad y comprobar si de casualidad podría ver a Lucía en alguna de las muchas cafeterías que había alrededor o en alguno de los recintos de alrededor de la torre Eiffel. Decidí dormir un poco y así estaría mas despejado para pensar con claridad y serenar mis pensamientos.
Los próximos días los pase andando por todos los alrededores de la la torre Eiffel y tomando cafés interminables con la esperanza de que ella entrase en el mismo restaurante en el que yo me encontraba. Después de pasar por un par de restaurantes, por la tarde me iba a pasear por un par de parques señalados de París con la esperanza de que ella estuviese sentada en un banco y corriese a saludarme.
Durante siete largos días seguí esta rutina, sin respuesta ni recompensa por el gran esfuerzo que estaba realizando, indignado fui a mi hostal a pensar que poder hacer, ya no me quedada nada de dinero en la pobre cartera que tenía y por lo tanto no me podría pagar mas cafés ni mas días en el hostal, ademas debía de guardar el dinero para el avión en el viaje de vuelta incluyendo el precio de su billete si lograse mi objetivo de traerla de vuelta a casa pero en este momento me surgieron dudas reales y del todo preocupantes, ya había casi perdido la esperanza y no pude retener algunas lagrimas de impotencia.

Comencé a hacer mi maleta, perdiendo la esperanza de encontrarla y con un mal animo, esa noche fui a dar un último paseo por el parque para despedirme de París, la ciudad del desamor, ciudad que solo me recordaría en el futuro a una etapa triste de mi vida, a un amor no recuperado.
Mi última noche en París era estrellada, me senté en un banco a divisar a lo lejos un puente hermoso por el que cruzaba un río caudaloso y lleno de vida, de repente un trozo de papel descendió de
mi sombrero, mire a todos los lados pero no conseguí ver al emisor, inmediatamente lo abrí y leí con entusiasmo su mensaje.
Te espero en el puente de los candados dentro de dos horas”, la letra era clara por supuesto esa nota era de Lucía. De repente veloz como un deportivo a toda velocidad, llegaron a mi pensamiento preocupaciones que no me dejaban ni moverme del banco donde estaba sentado, trague saliva y comencé a pensar en los motivos que le había llevado a Lucía a quedar conmigo.
Estas dos horas al contrario de lo que esperaba duraron demasiado poco y en cuanto me quise dar cuenta ya se habían pasado veloces y sin compasión.
Me dirigí al punto de encuentro acordado, cuanto mas me acercaba mas me costaba respirar, el corazón rugía como fiera hambrienta. Cuando estaba cerca de un extremo del puente la vi, estaba preciosa tal y como lo imaginaba, con su pelo largo y un abrigo blanco como la nieve que nunca había visto.
Al estar delante de ella todos mis miedos se apagaron, por fin nuestros labios se juntaron y ya no hubo mas distancia entre nosotros, solo amor y nada mas, mi viaje por fin cobro sentido y toda la angustia y el dolor desaparecieron.
-¿Me has echado de menos?- Me pregunto con una sonrisa perfecta.
-Pues claro que si, ya lo sabes le respondí.
-¿Sabes que puente es este?
-No tengo ni idea, no se mucho de París.
-¿Ves todos esos candados?
-Si, ¿Para que son?
-Son candados que ponen las parejas atado en el puente y después tiran la llave al agua para
simbolizar su amor eterno.
Inmediatamente después de decir esto, Lucía sacó un candado muy grande del bolsillo en el que había escrito nuestros nombres, lo puso en un extremo del puente y lo cerró.
-¿Quieres que tiremos la llave juntos?- Preguntó sabiendo perfectamente mi respuesta.
-Por supuesto.
Y con un magistral beso de enamorados firmamos la garantía de nuestro amor y mientras me besaba tire la llave al interior del río para simbolizar que nuestro amor será siempre permanente y que como el candado y el puente nunca mas nos separaríamos.
Es curioso, parece que en ocasiones el viaje por las estaciones del destino puede ser turbulento, puede dar mucho miedo, puede hacer que te sientas triste, pero al final en el momento que mas importa puede ser un viaje lleno de alegría y de amor.